Lunes 9 de noviembre: todos creímos que sería un capítulo más de la absurda novela llamada “Mediocre política peruana”, un episodio más de la temporada “Congreso vs Ejecutivo, la batalla por la corrupción” estrenada con la promulgación (durante el gobierno del genocida, corrupto y dictador) de la Constitución Política del Perú de 1993, un libro más gracioso que Condorito. Vizcarra fue vacado y Merino de Lama, un tipo sentenciado y ambicioso de poder asumió la presidencia en lo que era un Perú, que a través de su juventud, dejaba de lado como lo hizo el congreso, la pandemia en la que estamos viviendo y se organizaba para lo que sería la primera de una serie de manifestaciones que continuaron por una semana y continuarán. Todos teníamos claro que Martín Vizcarra debía ser investigado, pues habían claros indicios de corrupción, y juzgado en cuanto acabe su gobierno, pues faltaba menos de un año y mostró disposición para con la justicia, no como aquel asiático fugado y renunciante por fax, o el ilustre doctor que se autoeliminó. Además, al salir Vizcarra quienes asumían eran, ni más ni menos, un congreso con 68 investigados, claramente el mal peor. 

Todo el Perú, y los peruanos en el exterior, espontáneamente, se daban cita para luchar contra lo que catalogaron «golpe de estado», tomando en cuenta que, al ser capturado el ejecutivo por el congreso, serían los intereses de estos mal llamados padres de la patria los que primarían y no la voluntad popular. La preocupación era latente y justificada, sobre todo por la reforma educativa, al tener en el legislativo a dueños de universidades bamba cerradas por la SUNEDU, o indultos a nefastos personajes como Antauro Humala o Alberto Fujimori, presos por crímenes de lesa humanidad. Lo que presentó Merino fue peor, un gabinete ministerial lleno de políticos rescatados de 1980-1990, es decir, lo que todos queríamos olvidar y superar. ¿Quién encabezaba? Aunque no se esperaba nada bueno, pues ningún político medianamente decente aceptaría ser parte del gabinete de facto, la decisión fue la peor: Ántero Flores-Aráoz, conocido por la juventud como uno de los máximos viejos lesbianos de nuestra política, un tipo que por votos y elección popular no hubiera obtenido ningún cargo, como en el 2016 que quedó último en las presidenciales. El caso era el mismo con el resto del gabinete, si estaban allí era por repartija, por amiguismos, no por mérito político. Estos designios en las distintas carteras ministeriales fueron la leña ideal, bañada en gasolina, que ingresaba a ese candente fuego llamado indignación. A partir de este momento, las marchas se intensificaron e hicieron multitudinarias, entró a tallar nuestra ya desprestigiada PNP. Las marchas pacíficas fueron brutalmente reprimidas, bombas lacrimógenas y perdigones llovían desde las armas de policías que ocultaban sus nombres de sus uniformes, o desde helicópteros, mientras miembros del grupo terna, vestidos como civiles y fingiendo ser manifestantes agitaban a las masas ilógicamente, provocaban a los protestantes y luego los detenían arbitrariamente. La organización juvenil, que hay que decirlo: fue magistral, hizo que los terna sean descubiertos y que incluso uno, en su nerviosismo, sacara su arma y disparara al cielo. Ántero felicitaba el actuar policial: fascismo puro.

Resistencia ciudadana (FOTO: ERNESTO BENAVIDES)

Volviendo a los manifestantes, la organización fue magistral: quienes no podían salir a protestar, por lógicas razones, hacían cacerolazos, todos los días y a la misma hora. En las marchas: se dispuso a un grupo de resistencia en primera línea, otro de desactivadores de bombas, un cuerpo de abogados dispuestos a apoyar y acompañar a los detenidos, otro de primeros auxilios compuesto por doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, dispuestos a apoyar a los caídos. Todos estos pelotones implementados perfectamente gracias a la colaboración de los peruanos a través de las redes sociales. Se rescató aquella estrofa del himno nacional: “Largo tiempo el peruano oprimido” se cantó en todas las calles del Perú, además, la creatividad típica del peruano se veía en cada uno de los carteles: “Soy vegana, pero a ese animal no lo defiendo” o “Mamá, me fui a defender a mi patria, si no vuelvo, me fui con ella”, esta última definiría el lamentable destino de Inti Sotelo y Bryan Pintado, lamentablemente fallecidos por la brutal represión: impactos de armas, que según la PNP eran no letales, acabaron con la vida de estos dos jóvenes estudiantes, uno de ellos mi paisano ayacuchano. A la madre de Inti le robaron su sol, se lo arrebataron, sin ninguna explicación válida. Por supuesto hay responsables, y sabemos quiénes son: Manuel Merino, Gastón Rodriguez, Ántero Flores-Aráoz y los altos mandos de la PNP, por la que hoy ningún peruano tiene respeto. El problema es que no sabemos dónde están estos señores, derribado el golpe desaparecieron, mientras la fiscalía ya abrió una investigación contra estos. La muerte de los muchachos tuvo una linda y conmovedora respuesta: veladas en todas las plazas del Perú. En Ayacucho, fue parte de la velada ANFASEP, 20 años después, los familiares de desaparecidos y asesinados en la época del conflicto armado interno, eran los indicados para entender el dolor de las madres de estos dos jóvenes, las decenas de heridos, entre los cuales ya se tiene a un adolescente que no podrá volver a caminar y a otro que perderá un ojo, además de los muchos desaparecidos, quién más que ellas para comprenderlas y acompañarlas. Inti y Bryan partieron físicamente, pero su ejemplo y memoria quedarán en todos los que continuaremos saliendo a las calles. 

Velada por los caídos, Ayacucho. (FOTO: ANFASEP)

Merino renunció, las protestas sirvieron ante la negativa de un gran sector que creía que salíamos ilógicamente o en defensa de Vizcarra. No entendieron nada. En las protestas ya se veían nuevos pedidos, la llamada “Generación del Bicentenario” gracias a la socióloga Noelia Chávez, promete cambiarlo todo bajo el lema “Perú despertó, se metieron con la generación equivocada”. El hartazgo es perfectamente perceptible, la mayoría de los manifestantes nacimos dentro del periodo en el que ya regía la Constitución del 93, la del dictador Fujimori. No vimos avances, solo falsas estadísticas cuando en la realidad prima lo mismo: la corrupción, la impunidad, la desigualdad, la falta de oportunidades para un gran sector, la pobreza, la mediocridad y el conformismo. Pero como bien cantó Héctor Lavoe: ‘Todo tiene su final’, y el final llegó, o así es anunciado por la Generación del Bicentenario, que ya se organiza para lo que serán las próximas marchas nacionales, con las consignas: “Nueva Constitución” “Justicia para Inti y Bryan” “Sanciones para los golpistas” y “Abajo la inmunidad parlamentaria”. 

la generación del bicentenario (FOTO: LAMula )

El congreso percibió que no les íbamos a aguantar una más, así que, con el dolor de su corazón y sus bolsillos, designaron a Fernando Sagasti como presidente y a Mirtha Vásquez como 1era Vicepresidenta, un gobierno que ya pidió disculpas por los excesos y garantiza una transición en tranquilidad. Rescato sobre todo el designio de Vásquez, que creo, tiene un mensaje de por medio: ella es una activista por los derechos humanas, es abogada y defendió a la gran Máxima Acuña, en días en los que los derechos fueron tan vulnerados, quién mejor que una luchadora como ella para protegerlos. En las calles se hicieron sepelios simbólicos: ataúdes que llevaban los logos de Acción Popular, Alianza para el Progreso, UPP, Frente Amplio, Somos Perú, Fuerza Popular y todos los que se pusieron de parte del golpismo y la inestabilidad, eran quemados acompañados por manifestantes vestidos de dinosaurios, pues los congresistas representan eso: dinosaurios viejos lesbianos de nuestra alicaída política. 

Y no, este no fue un capítulo más de esta serie llamada “Mediocre política peruana”, sino el fin. La juventud le puso punto final a décadas de una política infestada por seres usureros, fútiles y mendaces. Que tendrán que pagar por los terribles crímenes y por la sangre que mancha sus manos, por dirigir una semana de dictadura con rasgos fascistas. Se acabó, de eso ya no más, los jóvenes vamos por el cambio, por un Nuevo Perú más justo, equitativo y con igualdad de oportunidades para todos y todas. Esto iba a pasar, era cuestión de tiempo, pero ellos lo anticiparon.

¡KAUSACHUN PERÚ Y KAUSACHUN JUVENTUD!.