Noviembre 2021. Castillo anunció que haría su balance por sus primeros 100 días de gestión en la plaza mayor de Ayacucho, ciudad en la que también hizo una juramentación simbólica iniciado su gobierno, precisamente en Quinua, cuna de la libertad americana. A falta de un par de días para su llegada, me tocó ir al mercado a hacer las compras para la casa. Cada que voy me gusta conversar con las caseras, pero esta vez me tocó algo mejor: escuchar. Dos vendedoras estaban inmersas en una tertulia marcada por la preocupación, “dice que quieren sacarlo al Presidente, todo por ser campesino”, decía una de ellas, “el miércoles habrá que cerrar el mercado e ir a defenderlo, ¡qué tal raza!, las cosas tienen que cambiar y él es nuestra esperanza”, respondía la otra. No pude borrar ese intercambio de palabras ni las expresiones de las señoras de mi mente, Castillo llegaba a los 100 días y la fe del pueblo por lo propuesto durante la campaña seguía intacta, los cambios eran necesarios y por fin, parecía, haber llegado alguien que, tras haber vivido en carne propia la desigualdad, estaba dispuesto a hacerlo.

Llegado el miércoles, ya en la zona dispuesta para la prensa en el Parque Sucre, solo nos dividía un cordón policial de la gente que había acudido hasta allí a escuchar al Presidente, quien tras llegar con los ministros y tras un par de preámbulos de bienvenida del Alcalde y el Gobernador Regional, abucheados totalmente, se dispuso a tomar la palabra, pese a que todos sabíamos que su fuerte no era el discurso, no era pues un gran orador, y muchos lo entendíamos, pues Castillo representa a los millones de peruanos que por las pocas oportunidades no pueden desarrollarse intelectualmente como deberían, que tienen otras aptitudes y fortalezas, y que como todos, también pueden presentarse a una elección popular democrática y ser elegidos presidentes. Sin embargo, en este país el clasismo y el racismo abunda, y de eso fui partícipe en ese momento, cuando un oficial del cordón le expresó a su compañero: “¿Este burro no puede hablar sin sombrero? ¿Sin eso no piensa o qué?”, desatando la risa de su oyente. Ese comentario hizo que me hirviera el alma, me demostró que pese a tener a Pedro Castillo como Presidente no habíamos aprendido nada.

Castillo anunció ayer a su tercer gabinete en 6 meses de gobierno, cambió a figuras que estaban haciendo bien las cosas para poner en su lugar a gente sin experiencia y con antecedentes polémicos. Demostró que no es de izquierda y giró para la derecha, traicionando los cambios anunciados y seguramente dejando atrás los pocos avances logrados. Una víctima del CAI por un terruqueador, una feminista progresista por una conservadora radical, un economista para todos por un técnico para esos pocos de siempre, y al fiscal que metió preso a Fujimori y quiso reformar la policía por un expolicía que defenderá ese putrefacto status quo.

Ahora me pregunto: ¿Cómo se sentirán las señoras ante esta perfidia del campesino y rondero anunciado como revolucionario?, o ¿Qué dirá aquel oficial al ver que nada cambiará en la institución a la que le debe lealtad y fidelidad? Porque sí, la gota que rebalsó el vaso fue no darle el respaldo a Avelino Guillén frente a las sátrapas enquistadas en la cúpula más alta de la PNP, que pide a gritos cambios hace años. Eligió la impunidad antes que la decencia, y de eso no se vuelve.

Ah, pero eso sí, el fracaso de Castillo jamás hará buena a la otra opción que tuvimos en segunda vuelta: Keiko Fujimori. Dejen de quitarse la dignidad defendiendo a la cabecilla de una organización criminal y la autora intelectual de la mayoría de crisis políticas y atrasos para el país desde que entró a la política. No, de eso tampoco se vuelve.