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Totos: excavando la verdad

Exigen a capitán implicado en crímenes que revele ubicación de fosas

Publicado: 2022-07-30

Su nombre es Santiago Picón Pesantes, pero es recordado en los poblados ayacuchanos como el “Capitán Chacal”. Tiene 69 años y se le acusa de haber participado en las masacres de Totos, Chuschi y Sillaccasa ocurridas hace casi 40 años. Tras su detención en Trujillo, se espera que revele la ubicación de las fosas donde se enterraron a cientos de lugareños. A continuación, el perfil de un hombre procesado por homicidio calificado, desaparición forzada y violación de derechos humanos.

Adrián Sarria Muñoz

Marcelino Zamora Vivanco está vivo de milagro. Tiene 86 años y la memoria intacta. Decidió, amablemente, contar su historia desde su natal Totos, una lejana comunidad ayacuchana ubicada a 3 mil 286 metros de altitud.

Como la mayoría de pobladores de la zona, Marcelino Zamora es agricultor. Es un hombre pequeño. Mide poco más de un metro con 60 centímetros. Tiene una visible cicatriz en la frente.

“Cuando nos llamaron terrucos, yo reclamé diciéndole que de dónde sacaba que yo era eso, 'cállate serrano de mierda' me respondieron y me golpearon. Me tiraron con la culata del arma, por eso tengo esta cicatriz, y me sacaron 3 muelas", relata Zamora.

Él recuerda con detalle lo que sucedió la noche del 17 de abril de 1983. Era el séptimo día de su detención en la base militar de Totos, que hoy paradójicamente alberga a estudiantes de primaria. Él fue detenido tras ir, como todos, a cumplir con el empadronamiento ordenado por las fuerzas del orden.

"En la noche nos dijeron que nos arreglemos, que ya iríamos a descansar", cuenta el agricultor sobre el día en que la muerte le rondó cerca. Y añade: “nos llevaron a un pamponcito en Ccarpa Ccasa y nos tuvieron echados en la tierra. Me di cuenta que los soldados estaban cavando y supe lo que harían. En eso apareció un relámpago, entonces corrí. Ellos dispararon pero no me dieron. Mientras corría, escuchaba como gritaban, pobrecitos, y las balas con las que los mataban”.

Esa noche Marcelino Zamora escapó, pero su hermano no tuvo la misma fortuna. Fausta Pariona, viuda de la víctima, cuenta que la última vez que vio a su esposo fue cuando este iría a empadronarse. No supo más de él, sino hasta que su cuñado, Marcelino, le contó lo sucedido y pudo encontrar su cadáver tras remover la tierra. “Chacal es el culpable de todo, debería volver a pedirnos disculpas públicas y decir dónde están las demás fosas”, dice Fausta, con lágrimas en los ojos.

Carné de estudiante del fallecido esposo de Fausta Pariona y hermano de marcelino quispe

Desde ese penoso incidente ya nada fue igual en la vida de este agricultor. Tuvo que huir de Totos y su esposa hizo lo mismo. Escapó de su tierra como si fuera un criminal, como si hubiera cometido un delito. En Totos, su casa fue derrumbada y sus animales tomados por quienes lo buscaban para evitar que cuente su testimonio.

La pareja se encontró en Cangallo, provincia ayacuchana ubicada a más de 70 kilómetros de Totos. En ese lugar, ella le haría una dura confesión: "Me contó que en un lugar oscuro cinco sinchis la habían abusado". Marcelino recuerda que su cónyuge le relató este trágico episodio en medio de lágrimas. “Qué podía hacer, con quién nos íbamos a quejar”.

El octogenario recuerda, en torno a este suceso, lo que presenció en la base militar durante su detención. “Capitán Chacal obligaba a los sinchis a violar a las mujeres que detenían, a las esposas que iban a la base militar. Qué asquerosos", comenta.

Las violaciones sexuales no eran un asunto aislado durante el conflicto. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) lo reconoció así, pero además, confirmó que el 83% de los casos contabilizados, tuvieron como perpetradores a miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú. En el Registro Único de Víctimas (RUV), se tienen más de 5000 casos acumulados.

Heridas abiertas

Leocadia Carhuaz es una anciana de más de 80 años. Arrastra un paso lento y se sostiene de un bastón, pero sigue buscando a su hijo Cipriano Alvarado. Pude conversar con ella y su hija. La historia de su hijo es la de muchos en la zona.

Él llegó junto a otros cinco comuneros de Pincus para cumplir con el empadronamiento ordenado. Sus familias nunca más supieron de ellos. Leocadia vive con la incertidumbre de no saber si su hijo está vivo o muerto.

“Mi mamá siempre lo recuerda y llora, dice ‘¿dónde estará?”, cuenta su hija. "Yo sueño con él. Ayer que me dijeron que usted venía, soñé que mi hijo volvería con usted, que usted lo traería", confiesa Leocadia, en medio de un llanto incesante.

Cipriano tenía 25 años cuando desapareció y fue el único hijo varón de Leocadia. Ella aún tiene la esperanza de encontrarlo, pero contempla la posibilidad de que pueda estar enterrado en alguno de los pastizales de la zona, en alguno de los cerros, y le pide a ‘Chacal’ que revele la ubicación de las fosas comunes.

“Él sabe bien dónde está Cipriano Alvarado, Que nos diga dónde está, si quiera para poder llevar sus huesitos, enterrarlo", reclama Leocadia. En la misma situación se encuentran las familias de Nestor Mendieta y otros cuatro desaparecidos más, a los que aún siguen buscando.

Leocadia Carhuaz (sentada y mirando a la cámara)

Un caso particular es el de Marcelino Quispe, que no podrá olvidar a ‘Chacal’ y, por lo contrario, lo recuerda en cada paso que da. Él fue herido por el mismo Santiago Picón y recuerda con exactitud cómo sucedió. "Nos trajeron a golpes, peor que a Jesucristo. Dos personas murieron meses después por los daños. Fue por una calumnia, de un comunero que era teniente y estaba borracho", cuenta Marcelino.

Aunque lo usual era que ‘Chacal’ ordene a sus soldados, a Marcelino le disparó él mismo. Producto de ello, hoy padece una cojera: "Me sacaron toda la ropa y me comenzaron a pisotear. En eso vino el capitán chacal y me disparó, en la cabeza las balas me rozaron, pero en el pie una me traspasó", recuerda.

Tras lo sucedido, Picón ordenó que Marcelino se quede en la Base Militar de Totos, donde pasó un mes siendo atendido por un médico. Sin embargo, él temía por su vida ya que, según cuenta, los militares llegaban borrachos y disparaban ráfagas al aire, sin reparo alguno. Pidió ayuda a su tío, que era policía, y así pudo salir.

“Chacal mandaba al doctor y a un militar a mi casa, para que me cure", narra, “luego de lo que me hizo, él me pidió disculpas, me dijo que estaba mal y que no le denuncie. Luego desapareció, se fue a Cangallo creo. Eso lo denuncié acá con el juez, en el año 1984, pero no se hizo nada", comenta Marcelino Quispe.

Otros casos similares son los de Aquilino Quichca, Octoniano Todelano, Narciso Quispe Vilca, Felix Quispe, Iris Mendieta, Victor Vilca, Olinda León, Eugenio Tueros, Doralita Tucno, Tomás Leñán, Óscar Sánchez, Feliciano Pariona, y algunas víctimas y familiares más que quisieron contarme sus testimonio de dolor.

El Chacal: Auge y caída

Durante los años 1983 y 1984, la ahora escuela primaria de este poblado ubicado en la zona oeste de la provincia de Cangallo, a tres horas de Huamanga, se convirtió en un lugar de tortura y crímenes de Estado. El capitán Chacal llegó en helicóptero, pues no existía la vía terrestre. Su misión era detener el avance de Sendero Luminoso y darle paz a los pobladores de Totos, esto último no ocurrió.

Para 1983, con la llegada de Picón Pesantes y la instalación de la base militar de Totos, la cifra de fallecidos se quintuplicó con respecto al año anterior, llegando a 256, mientras que para 1984 tuvo una leve disminución, contándose 218 decesos a causa de la violencia armada, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Durante el conflicto armado interno, los miembros de las fuerzas del orden eran muy cuidadosos con dar sus datos, por lo que usaban seudónimos. En el caso de ‘Chacal’, los pobladores de Totos tuvieron que hurgar entre los registros de bautizo de la comunidad, puesto que durante su estadía decidió apadrinar a un niño. Fue gracias a este hecho que pudieron saber que 'Chacal’ era Santiago Picón Pesantes.

“Picón Pesantes era un hombre muy inteligente, pero impulsivo. En sus hojas de servicio lo felicitan por sus actuaciones. Sus superiores decían que tenía un buen futuro”, detalla Gery Vásquez, abogada de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS), que brinda defensa legal a las víctimas de Totos.

Superados los años del conflicto, se dio inicio a la batalla legal. Así se logró la orden de captura contra Santiago Picón Pesantes. “Como Chacal era inubicable, trabajamos en tener listos los casos hasta que se le encuentre. Él es buscado desde el 2005 aproximadamente, incluso con órdenes de captura a nivel internacional, con ficha roja de Interpol”, añade la abogada.

Finalmente, el 4 de abril cayó Chacal. Fue detenido en el que siempre se supo que era su domicilio y ha votado en todas las elecciones. Supongo que se le quitó el padrinazgo, porque la policía refiere que, cuando fue atrapado, expresó: ‘mis jefes me abandonaron”, agrega la doctora Vásquez.

Santiago Picón Pesantes, capturado en su casa de Trujillo

Exorcizar el dolor: Un santuario de la memoria para Totos

¿Cómo hacer para sanar las heridas? La respuesta parece obvia: con justicia. Pero en el Perú esa palabra parece haber perdido su significado. El reflejo de ello son los protagonistas de esta historia, que llevan casi 40 años esperando respuestas para preguntas como ¿dónde están?, en referencia a sus allegados desaparecidos.

“Es una desgracia lo que sucedió con los desaparecidos. Hay fosas pendientes de exhumación, no ha llegado ni siquiera el perdón del Estado y las reparaciones con retrasos”, comenta Salomón Lerner, presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).

Si bien Sendero Luminoso es el gran protagonista de los años del terror en el Perú, es inevitable aceptar culpas. Lo contado en este reportaje muestra la cara más cruel y sangrienta de quienes se debieron encargar de proteger a los afectados y combatir al terrorismo sin atentar contra inocentes. Lamentablemente, eso no sucedió.

“No entendieron a Sendero Luminoso y terminaron tratando a la población igual o peor, calificando a priori de ‘terroristas’ a quienes les parecía. Sendero mataba y dejaba al muerto como muestra de lo que le sucedía a quienes no estaban con ellos, las fuerzas del orden los desaparecían, los enterraban, los incineraban”, explica Lerner.

Un pedido común de quienes aceptaron contarnos sus historias es que ‘Chacal’ vuelva a Totos y le pida disculpas públicas a víctimas y familiares. Al respecto, Lerner menciona que “pedir disculpas tiene un inmenso valor. Eso debería entenderlo para empezar el mismo Chacal, no solo como una forma de afrontar un problema sino también como un deber moral”.

Pero las disculpas por sí solas no bastan, es necesario mantener la historia viva a fin de que lo que pasó en Totos, y en todo el Perú, no se repita nunca más. En ese sentido, los lugares de reflexión y memoria tienen una importancia incalculable, no solo por lo simbólico sino también por lo histórico. Recordar es también parte de curar, y tener un espacio para hacerlo podría ser revitalizador para los afectados.

“Nadie que vaya por Totos pensaría que un colegio fue un sitio de tortura. Las autoridades deberían pedir que se haga una capilla o se ponga una cruz, es lo menos que puede hacerse. El LUM, el Museo de la Memoria, el Ojo que Llora, Yuyanapaq son ejemplos de lo que se puede hacer en Totos, puede ser una forma de exorcizar el dolor, de sacarlo fuera”, sugiere el Presidente de la CVR.

La educación es el pilar fundamental para llegar a la ansiada reconciliación. Queda un trabajo pendiente tanto para el Estado, como para la sociedad civil. “El punto de partida es la educación, y los políticos no entienden eso. ¿Sabe quiénes sí lo entendieron? Los senderistas, por eso tomaron los colegios, a los profesores, las universidades”, concluye Salomón Lerner.


*Los pobladores de Totos pidieron que esta historia sea contada y “conocida por todo los peruanos”, para lograr justicia y que lo sucedido no se repita jamás. Para ellos va, promesa cumplida.

Galería fotográfica: https://www.wari.com.pe/2022/07/30/totos-excavando-la-verdad/


Escrito por

Adrián Stéfano Sarria Muñoz

Ayacuchano, estudiante de Periodismo (ULima), ejerciendo en Estación Wari, emisora ayacuchana.


Publicado en

Sin patrón

Un blog de Adrián Sarria Muñoz.